Varada en la plácida luz del Mediterráneo occidental, Menorca emerge sobre un lienzo idílico de arenas blancas y aguas transparentes custodiadas por un entorno colosal de acantilados y barrancos con senderos ancestrales que remontan más de 5.000 años de historia.
Un calidoscopio natural de singular belleza y temperamento que en 1993 fue declarada Reserva de la Biosfera. Agreste y espectacular, la costa norte de la isla despliega una orografía sobria y poderosa con numerosos islotes y playas salvajes de arena rojiza y oscura, como Cala Pilar, Els Alocs, Cala Moragues, En Calderer, Cala Barril…Ubicadas en el tramo de Reserva Marina comprendido entre es Cap Gros e Illes Bledes, revelan el irresistible atractivo de una escenografía espectacular.
Protegida por una escollera de pequeños islotes que la defienden del mar abierto, Cala Pregonda emerge tranquila y deslumbrante con sus arenas doradas y aguas cristalinas de tonos turquesa. Al igual que en otros enclaves salvajes del litoral, su belleza soberbia se encuentra preservada por los sistemas dunares del norte que proporcionan reservas de arena constantes a sus playas amortiguando su erosión durante los fuertes temporales de invierno.
Desde las montañas de Binimel·là, pasando por Cala Mica y Ferragut, nos desplazamos hacia el este de la isla poseídos por la grandeza de una leyenda. En uno de los enclaves más serenos y abrigados de la costa de la tramontana, una estrecha lengua de mar nos adentra en el legendario Port de Sa Nitja. En este destino preciado de fenicios y cartagineses hay una ciudad bajo el mar cuyo nombre alcanzo su máximo esplendor bajo el dominio del imperio romano.
En la zona más oriental de las Baleares, y entre el golfo de León y Argelia, emerge imponente el faro de Cap de Cavalleria. Proyectado a mediados del siglo XIX, su torreón de arenisca se eleva sobre un colosal acantilado de 90 metros de altura que en las noches más nítidas proyecta su luz proverbial más de 30 millas mar adentro.
En 1558, como respuesta al acoso del corsario Barbaroja sobre Mahón y Ciudadela, se decidió la construcción del castillo de Sant Antoni, origen del actual casco antiguo de Fornells. Bahía privilegiada para la práctica de los deportes náuticos y la degustación de la gastronomía más exquisita, los habitantes de su cuidado núcleo urbano se esfuerzan día a día por mantener el sabor de su antigua tradición marinera.
La extraordinaria calidad y transparencia de las aguas del litoral menorquín encuentran su máximo expresión en la zona de s’Estany, en la bahía de Addaia, donde encontramos uno de sus mejores arrecifes de posidonia oceánica, el mayor y más longevo ser vivo del planeta. La formación y conservación de estas auténticas praderas submarinas, símbolo de la sostenibilidad medioambiental menorquina, garantizan la preservación de sus playas evitando la erosión de sus fondos y asegurando la supervivencia de su flora y de su fauna.
Solitario y altivo, con su característica torre de franjas bicolor, el faro de Cap de Favàritx despunta sobre uno de los terrenos geológicos más antiguos y sobrenaturales de las Baleares. Construida desde el mar y para el mar, su torre de 30 metros de altura se alza sobre una punta rocosa de pizarra negra que preside dos amplias bahías a ambos lados del cabo. Cala Presili, Capifort, Cala Tortuga, …en Favàritx, frontera limite del mayor parque natural de Menorca, encontramos algunas de las playas más desconocidas y salvajes de la costa norte.
Separados de Menorca por una estrecha franja de agua, los acantilados de l’Illa d’en Colom perfilan la antesala natural de la bahía des Grau. Su playa, enmarcada por una gran superficie dunar y con una entrada profunda y de escaso calado, proporciona una de las aguas más cálidas y concurridas de principio de temporada. La pequeña población de Es Grau erigida sobre un racimo de casas que descienden atropelladamente hacia el mar, constituye una de las principales puertas de entrada al Parc Nautral de S’Albufera, el humedal más grande de Menorca, y enclave estratégico en las rutas migratorias de las aves que cada invierno cruzan la Europa continental camino de África.
Flanqueados por las puntas de Es Pa Gros y Sa Creueta y coronados por una de las torres defensivas más espectaculares de la isla, los acantilados que rodean Sa Mesquida proporcionan un mirador privilegiado de su pasado. En 1781, bajo las ordenes del Duque de Crillón, tropas franco españolas desembarcaron en las espectaculares playas de S’Arenal Gran i s’Arenal Petit para conquistar Menorca a los ingleses.
Doblando la mítica punta de S’Esperó, el primer lugar de España donde sale el sol, llegamos a la bahía natural de Maó. Cerrando la entrada en la orilla norte de este majestuoso puerto natural, la península de la Mola encierra una de las fortificaciones defensivas más codiciadas del pasado histórico balear. Construida entre 1848 y 1875, la fortaleza de Isabel II se erigió durante gran parte del siglo XIX en el epicentro estratégico de las principales rutas marítimas sobre las que franceses e ingleses disputaban su supremacía naval en el Mediterráneo.
Delimitando la bocana del puerto, frente al municipio de Es Castell, el antiguo sanatorio de la Illa del Llatzàret ha acogido durante años la sede anual de la escuela de verano de Salud Publica.
Desafiante en el mismo centro geográfico del puerto de Mahón, la Illa del Rei rememora el desembarco de Alfonso III para conquistar la isla al Califato de Córdoba en el año 1287.
En la rivera sur, la ciudad de Mahón, se articula alrededor de uno de los puertos naturales más soberbios del Mediterráneo occidental. Sus primero núcleos de población, rodeados por los acantilados del puerto y los barrancos de Baixamar, Freginal y la Clota, esconden un pasado milenario. Fundada por Magón, general cartaginés, hermano del legendario Aníbal, el antiguo enclave romano de puerto magonis fue a lo largo de siglos presa codiciada de vándalos, bizantinos, normandos, musulmanes y algunas de las civilizaciones más florecientes de la antigüedad.
A partir de 1714, tras la cesión oficial de Menorca a los ingleses, por el Tratado de Utrech, la presencia británica impulsa la economía y capitalidad de la nueva base naval, dejando una impronta cultural singular que todavía hoy perdura en su majestuosa arquitectura local.
Incorporada al Real Patrimonio de Jaume II de Mallorca, en el año 1304, la reconversión de la antigua alquería de Ihalor, en la moderna villa de Alaior, representó la cohesión de un asentamiento rural, disperso y desvertebrado, que en la actualidad se ha erigido por derecho propio como la tercera población de Menorca. A 12 km de Mahón y a 33 de Ciutadella, Alaior complementa el patrimonio histórico y cultural de sus dos hermanas mayores con la ermita de Son Pere Nou, el antiguo claustro franciscano de Es Pati de Sa Lluna y la fachada de la parroquia de Santa Eulalia, patrona de la ciudad.
Doblando el singular mirador de Ses Penyes, la magnitud de Son Bou constituye una rara y bella excepción frente a la orografía intimista de la mayoría de calas de la costa sur. Respaldada por su inmensa albufera y completamente abierta al mar, sus 4 kilómetros de playas de arena blanca y aguas poco profundas se extienden hasta constituir el arenal más largo de la costa menorquina. Un enclave único que avanzado en verano se constituye en mirador privilegiado de las puestas de sol.
Junto a Son Bou, Es Migjorn Gran se vuelca al mar a través de las bellas playas de Sant Tomàs y Sant Adeodat, que extienden sus dominios desde punta de Talis hasta el Escull de Binicordell y diluyen sus cristalinas aguas con las profundas y concurridas playas de Binigaus.
Frente a la sobriedad orográfica del norte, la costa sur de Menorca sigue desplegando su perfil de suaves acantilados y frondosos barrancos salpicados de pinedas y calas recónditas y luminosas.
Completando las playas de Es Migjorn Gran, Cala Escorxada y la pequeña Cala Fustam defienden la excepcional privacidad de sus arenas blancas con senderos de difícil acceso, se encuentran rodeadas de espesos bosques de pino mediterráneo.
Excavada por la acción milenaria de las aguas pluviales que desembocan en la misma playa de Trebaluger, descendemos el espectacular barranco del mismo nombre. Uno de los más extensos y bellos torrentes de la isla que al discurrir con caudal todo el año representa una rara excepción frente al resto de cursos de agua de la isla. La riqueza de su flora y de su fauna ha configurado un territorio de grandiosidad singular y una reserva natural de gran valor ecológico.
Entre pálidos acantilados, verdes intensos y azules deslumbrantes asoma el singular encanto de Cala Mitjana, una de las playas vírgenes más bellas de Menorca y una de sus 19 áreas naturales de especial interés (ANEI).
Bajo la afluencia de los torrentes de Algendar y Alganderet, y abrigada por un amplísimo anfiteatro de pinos que llegan hasta la mima arena, Cala Galdana continua considerándose una de las playas más atractivas y apreciadas de Ferreries.
En su extremo izquierdo, el mirador de su imponente acantilado proporciona una magnifica panorámica de sus transparentes aguas.
Recorriendo el cauce espectacular de uno de los prodigiosos barrancos que cruzan la región de poniente a levante, descendemos hacia las playas de Macarella y Macarelleta. Uno de los conjuntos paisajísticos más intimistas y hermosos de la isla. Estas dos pequeñas joyas engarzadas al norte y el este de esta paradisiaca cala, destacan por la excepcional tranquilidad de sus arenas blancas con transparentes fondos protegidos por elevados acantilados.
Ciutadella, cartaginesa de cuna y sede actual del obispado, preserva con orgullo un casco monumental de pasado aristocrático declarado monumento histórico artístico nacional. En esta pequeña Florencia del Mediterráneo, palacios como los de Torresaura , Lluriac o Salord, evocan pasados gloriosos entre los que destaca con luz propia la construcción de su esplendorosa catedral gótica por orden de Alfonso III , que logró sobrevivir a la devastación turca de 1558.
Desde la belleza renacentista de Plaça des Born, trazada inicialmente para que desfilaran las tropas árabes, desde los arcos encalados de Ses Voltes que invitan al paseo, o desde las maravillosas panorámicas del antiguo bastión del gobernador, su entramado laberíntico de callejuelas confluye silencioso en el bullicio nocturno de su pintoresco y romántico puerto.
Más allá de la visita obligada a los magníficos Museos de Ciutadella y Mahón, pasear por el interior de Menorca es iniciar un fascinante recorrido megalítico con más de 5.000 años de historia desplegados en uno de los yacimientos arqueológicos al aire libre más importantes del Mediterráneo.
Conviviendo con el formidable legado megalítico, como es la Taula de Torralba, o compartiendo el silencio ancestral de la Naveta des Tudons, uno de los monumentos funerarios más antiguos de Europa, el campo menorquín despliega un ondulante paisaje de matices y tonalidades donde la arquitectura rural menorquina constituye un elemento de identidad inimitable. La entrañable sencillez de sus portells, las características barreras de paso realizadas con ramas de acebuche constituyen la antesala modesta de sus majestuosos predios. Generalmente extensos y orientados principalmente a la explotación agrícola y ganadera, su producción de calidad destaca por la exquisitez de sus embutidos y el prestigioso bouquet de sus quesos.
Dominando el predio se erige la vivienda rural menorquina, conocida popularmente por «ses cases», su construcción de piedra caliza y marés orienta su fachada principal hacia el sur para evitar los embates de la tramontana.
Fuera, los paredadors continúan enhebrando con maestría los bucólicos senderos de pared seca. Su construcción, que cumple la doble función de mantener limpio el campo de piedras, compartimentándolo y mejorando la rotación y aprovechamiento de los pastos, culmina la creación y proyección de una escenografía tan singular como definitiva.
Asentada en la parte oriental del archipiélago balear, Menorca despliega su orografía oculta y preciosista bajo la cálida luz mediterránea. Una isla de armonía repleta de paisajes colosales y de matices infinitos. Vibrante. Luminosa. Intima y eterna. Siempre Menorca.
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