Como el resto de las Islas Baleares, Menorca ha sufrido numerosas invasiones a lo largo de su historia: fenicios, griegos, cartagineses, romanos, vándalos, visigodos, árabes, catalanes, franceses e ingleses han tomado esta bella isla, pero a todos antecedió una cultura prehistórica única en el mundo, ya que dejó algunos testimonios en piedra, fundamentalmente las «taulas», que sólo se encuentran aquí.
Mucho antes de que Ulises navegara por las orillas del Mediterráneo, existió una raza esforzada de hombres que jugó con piedras para dejar su marca en el mundo. El viento debió arrastrar a sus primeros habitantes, quienes quizás se inspiraron en sus naves para construir monumentos eternos. La vida cotidiana de aquellos habitantes sigue siendo un enigma, pero sí sabemos que dentro de edificios como Sa Naveta des Tudons rindieron homenaje a las cenizas de sus antepasados. Tres mil años después de su paso, las piedras que arrastraron siguen en pie, sin cemento, en perfecta unidad con el paisaje que las cobija.
Los monumentos más destacados que bien merecen una visita son: Torre d’En Gaumés, Torralba d’en Salord,Trepucó, Talatí de Dalt, Naveta des Tudons, Torre Trencada, Torre Llafuda, Santa Rosa, Son Catlar, Biniaiet, Alfurinet…
Menorca fue encantada por fenicios, incendiada por turcos, capturada por franceses, y ocupada durante casi un siglo por los ingleses. Ellos dejaron una parte de su alma, la más racional, en la arquitectura y, otra, con aroma de enebro. La embotellaron en la ginebra de la tierra.
Estuvieron solo poco más de cien años, pero los ingleses dejaron una huella difícil de borrar. Durante el siglo XVIII el consumo de ginebra se popularizó entre los marines de la armada británica y, para que no tuvieran que ir muy lejos a por ella, unos artesanos mahoneses hallaron la solución al problema: importar bayas de enebro y fabricar GIN en la isla a partir del alcohol viníco propio del mediterráneo. La primera destilería se abrió en el centro del puerto de Mahón. De este modo el GIN, bebida nórdica, se aclimató con éxito en Menorca. El Gin a lo largo de los siglos XVIII y XIX se fue consolidando como bebida popular y se hizo inseparable de todo evento remarcable tanto familiar como público. Ya entrado el siglo XX, de las más puras raíces familiares y artesanas surgió una marca: Xoriguer, que comenzó a embotellar y a comercializar con rigor el producto que hasta entonces se había movido en un ámbito poco más que local. A día de hoy, la destilería todavía permanece activa y se puede visitar.
Durante los meses de invierno, los oficiales de la armada permanecían en la isla. Su visión ilustrada del campo y la vida rural, impulsó un estilo arquitectónico único y singular. La influencia británica también se encuentra viva en la forma de hablar de los menorquines. En su idioma sobreviven algunas de las palabras y expresiones de los invasores. Por ejemplo, la palabra «botella», en inglés «bottle» y, en menorquín, «bòtil». Lo mismo sucede respecto a la repostería, donde el «plum cake» o los «pudding», son ejemplos claros de la cocina anglosajona.
Finalmente, entre el legado británico en Menorca, destacan especialmente el Fuerte de Marlborough, el Castillo de Sant Felip, la Illa del Rei, el Camí d’en Kane, las torres de defensa (de Fornells, d’en Penjat, de Cala Molí, de Sa Mesquida, de la Mola, de Rambla, de Sant Felipet, …), la Iglesia de la Concepción, el Museo Militar de Menorca, …
Para saber más acerca de la historia de Menorca, resulta muy recomendable visitar el Museu de Menorca, en Maó/Mahón.
La Menorca que vive del campo se despierta laboriosa todas las mañanas para cuidar a sus hermosas vacas. En algunas granjas los pastos naturales son el único alimento que reciben las más privilegiadas del rebaño. Vacas frisonas que se ensamblan a la perfección con el verde y bello paisaje menorquín.
Desde hace siglos, la fabricación del queso de Mahón es un asunto puramente de la familia, y su técnica se transmite generación tras generación. Después de miles de años, convertir la leche en queso, sigue siendo una de las labores que une a los hombres con los paisajes. Y aunque el Mediterráneo ya no sea el mismo que conocieron los antiguos griegos, el día acaba hoy como entonces.
La maduración del queso de leche cruda de Mahón se lleva a cabo a temperatura ambiente, bajo el magisterio del hombre que susurra a los quesos.
A pesar de que en la Edad Media salían barcos cargados de quesos desde el puerto de Mahón, su consumo se disparó en Europa cuando los ingleses capturaron la isla para convertirla en la base de la armada Real.
Si nos preguntamos por qué el queso de Menorca es tan bueno, los artesanos responden que el viento del norte rocía los pastos de sal y la leche sale más sabrosa que en otros sitios y, por consiguiente, el queso también. Son realmente deliciosos los quesos de La Payesa, Alcaidús, Son Mercer de Baix, Torralba, Subaida, Santa Catalina y Hort Sant Patrici.
Por otro lado, Menorca también es archiconocida por sus embutidos y exquisita repostería. En cuanto a los embutidos, se confecciona la típica sobrasada, más fina y menos picante que la mallorquina, y la longaniza conocida como “carn i xua”, preparada con carne magra, mezclada con tocino cortado a pequeños cuadros y adobada con sal y pimienta, que jamás falta en las excursiones o comidas campestres. El “camot” es una longaniza negra y muy grasienta, prácticamente igual al camaiot mallorquin.
Entre los postres, a los que tan aficionados son los menorquines, son famosos los «amargos» (elaborados con almendra), los “carquinyols” (almendra y huevo ), los “crespells”, las «crespellines», las ensaimadas, los “rubiols”, el “braç de Gitano” y el “turró cremat” de Mercadal, así como las “formatjades” (empanadas de carne), la “coca bamba” (coca que se toma en las fiestas patronales con chocolate caliente), «el gató», «les galetes d’Aló», y las “coques de tomatiga” (cocas de tomate) o «macarrons» de Ciutadella. Os recomendamos: Pasteleria Valles (Maó), Can Sintes (Alaior), Cas Sucrer (Es Mercadal) y Can Moll (Ciutadella).
A todo ello, comentar que en 2006 nació la Asociación ViMenorca para reunir a la mayoría de elaboradores de vino acogidos a la denominación de origen «Vi de la Terra, Illa de Menorca». Actualmente, podéis encontrar hasta 7 productores de vino que bien merecen una cata. Bodegas Binifadet, Bodegas Sa Forana, Vinya Sa Cudia, Bodegas Rubí del Mediterráneo, Ferrer de Montpalau, Hort Sant Patrici, y Vinyes BiniTord.
Desde tiempos remotos, el Mediterráneo ha sido la despensa natural de los menorquines que solo tienen que acercarse a las aguas del litoral para recolectar algunos de sus manjares. «Escopinyes», «cornets», «ortigues», «musclos», «pops»,… son solo algunos ejemplos.
Su gastronomía, marinera y campesina, se basa sobre todo en hortalizas y verduras del huerto propio, carnes propias, y pescado y marisco pescados el mismo día. Las frutas y verduras se cultivan de manera lo más variada posible (naranjas, limones, uvas, manzanas, peras, albaricoques, nísperos, melocotones, fresas, higos,…) y a pequeña escala, sólo para el consumo local.
Respecto a las hortalizas y verduras, destacan la judía, el tomate, la cebolla, el ajo, el pimiento, la berenjena y el calabacín. Dos platos típicos de la cocina menorquina son las berenjenas al horno o el oliaigo con higos.
Entre los pescados, merecen especial atención el «cap-roig», «raor», «rap», «ratjada», «serrà», «pagre», «anfós», «nero», … Entre los mariscos, la emblemática langosta, que puede ser degustada (a modo de caldera, frita o a la plancha) en los puertos de Mahón y Ciutadella pero cuya meca indiscutible es la bahía de Fornells; la gamba, el calamar, la sepia, la cigala, …además de los ya citados en párrafos anteriores. En esta línea, es famoso el «Perol», que consta de una capa de patatas laminadas, otra de tomates laminados, cubiertas de pan rallado, ajo y perejil, y gratinadas al horno. Se puede poner pescado —dorada o salmonetes, por ejemplo— entre las capas de patata y de tomate.
Por su lado, entre las carnes, destacan el cordero, la ternera, el cerdo, el conejo, el pollo y alguna que otra ave de caza, como la perdiz o el tordo. El frito de cordero o el «arròs de la terra» son de lo más auténtico.
También se aprecian mucho las setas («esclata-sangs», «cames seques», «gírgoles»,…), cocidas al horno o en la sartén, con salsa o sin, para acompañar carnes o arroces, y los espárragos silvestres, muy preciados en el oliaigo (comida tradicional menorquina) o simplemente en tortilla.
Aún hoy día, época en la que se puede obtener la mayoría de productos en cualquier época del año, Menorca tiene una cocina estacional, con productos y recetas de temporada, que sigue los ciclos de la naturaleza y las fechas señaladas del calendario según sus tradiciones.
Para terminar con este primer recorrido por Menorca, en os queremos recomendar algunos restaurantes donde sirven auténtica cocina menorquina: Ca’n Bernat des Grau (Maó), S’Espigó (Maó), Jágaro (Maó), Cap Roig (Sa Mesquida), Es Molí de Foc (Sant Climent), Trébol (Cales Fonts), Alcaufar Vell (Sant Lluis), Sa Pedrera des Pujol (Sant Lluis), La Rueda (Sant Lluis), Torralbenc (Alaior), Es Molí des Racó (Es Mercadal), Ca n’Aguedet (Es Mercadal), Ca n’Olga (Es Mercadal), S’Engolidor (Es Migjorn Gran), Ca na Marga (Ses Salines), Es Cranc (Fornells), Café Balear (Ciutadella), Asador Molí des Comte (Ciutadella), S’Amarador (Ciutadella), y Mon (Ciutadella).
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